Yo, Tonya: tragedia y resiliencia, en tono de comedia

Yo, Tonya (I, Tonya – 2017) se basa en la vida de Tonya Harding, una redneck de familia disfuncional, que abandonada por un padre con quien tenía una buena relación, quedó a cargo de una madre abusadora. Tonya dejó muy pronto sus estudios y aprendió a patinar sobre el hielo, soportando las severas exigencias de esa mamá antipática que, interpretada por Allison Janney, le mereció a esta un Oscar como mejor actriz de reparto.

Su matrimonio con un joven de Portland solo sirvió para prolongar una vida marcada por el abuso y la violencia. Pero a pesar de todo, y de la discriminación que sufrió en un ambiente deportivo elitista, esta chica triunfó como patinadora artística por los años 90, llegando a ser campeona en su país y a competir a nivel olímpico. Entre sus muchos logros, fue la única patinadora norteamericana que logró hacer una figura acrobática denominada el triple Axel. Sin embargo, su carrera dio un vuelco inesperado y trágico. Cuando apenas tenía 23 años, Tonya quedó implicada en un oscuro incidente: la agresión a una de sus compañeras del equipo olímpico, Nancy Kerrigan.

Craig Gillespie, su director, nos narra esta historia en una delirante mezcla de biopic-falso documental-comedia negra. Está excelente en el protagónico la actriz australiana Margot Robbie, quien le da a su Tonya potencia y emotividad.

Yo, Tonya no es un film sutil. Por momentos, puede llegar a parecer un compendio del sufrimiento que no eleva, que no lleva a crecer, que no redime. Pero está muy bien hecho, y como toda narrativa lograda, permite detonar en el espectador la reflexión sobre muchos temas, como personas y como sociedad.

Sirve para que cuestionemos la diferencia entre verdad y perspectiva: ¿Cuánto de verdad sabemos acerca de una situación a través de la prensa? ¿Eso nos alcanza para juzgar a alguien? ¿Cuánto nos esforzamos por informarnos adecuadamente? ¿Qué tan rápido aceptamos como verdad lo que en realidad son preconceptos? Y a la inversa: ¿qué tan rápido nos dejamos convencer por una película, y la tomamos como la verdad?  

También nos permite reflexionar sobre los dones y los talentos, y cómo muchas veces, estos pueden convertirse en una condena para aquel que los recibió. Sobre cómo es fundamental la educación y un camino de virtud a la hora de hacerlos florecer.

No es un tema menor el detenernos a analizar cuánto determina el futuro de una persona el contexto en el cual fue formada, más allá del libre albedrío. Frente a la historia de Tonya, es imposible no plantearse cómo la vida de esta chica pudo haber sido totalmente distinta si hubiera nacido en otra familia, en otro lugar, o en otro momento histórico.

Y sin dudas nos invita a ponderar la importancia de cultivar la resiliencia: la sonrisa de Tonya en las competencias es como una máscara superficial que esconde su angustia profunda. Pero su voluntad nunca se dobla, porque Tonya es una luchadora, una superviviente.

Un combo que, en su conjunto, hace de Yo, Tonya una película fascinante.

Laura Álvarez Goyoaga

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CRIMEN Y CASTIGO de Fiódor Dostoyevski

Pecado, culpa y redención

Fiódor Dostoyevski, nacido el 30 de octubre de 1821 en Moscú, es uno de los escritores rusos más leídos de la historia. Sus obras realistas se caracterizan por una aguda visión de la naturaleza humana, con profundos análisis de la psicología y las emociones de los personajes. Crimen y castigo, escrita en 1866 es una de sus novelas más conocidas. Adaptada en numerosas versiones para cine y televisión, ha permeado nuestra cultura en diferentes niveles de intertextualidades.

En vida, Dostoievski pasó por etapas complicadas, en lo económico y en lo personal. Fue el segundo de los siete hijos de un médico del Hospital para pobres. Creció en el mismo edificio del manicomio, con vista a un cementerio, y a un patíbulo. Tragedias familiares y problemas de salud mediante, decidió dedicarse a la literatura. En 1849, arrestado por las fuerzas zaristas, fue condenado a muerte. Cuando ya había sido trasladado al sitio donde sería fusilado, a último momento, se le conmutó la pena capital por cuatro años de trabajos forzados en Siberia. Durante este período, marcado por frecuentes ataques de epilepsia, leyó la Biblia en prisión y vivió un profundo proceso de conversión.

Un gigante de la literatura universal, fue además un cristiano de profunda fe. Sus pasionales historias, hondamente filosóficas y espiritualmente removedoras, se centran en la exploración de las conflictivas vidas de sus personajes, de la necesidad de una fuerza moral en el universo, de la lucha entre el bien y el mal, del valor supremo de la libertad y del individuo. En esta línea, Crimen y castigo es un estudio de la psicología del pecado, la culpa y la redención, que se queda con el lector mucho después de terminar la última página.

La trama de Crimen y castigo es bastante conocida: Raskolnikov, un joven intelectual ruso deslumbrado por las ideas de la Ilustración, se ha visto forzado a abandonar sus estudios universitarios por la pobreza que asola a su familia. Conforme a su postura filosófica, adhiere a la teoría de que él es un ser superior, con el poder de tomar decisiones de vida o muerte en nombre de la humanidad. Así, para solucionar sus problemas, resuelve asesinar y robar a una vieja prestamista, malvada y codiciosa, a la que considera un parásito cuya vida miserable conviene extinguir. En su ilustrada y lógica opinión que ningún marco moral puede restringir, el mundo estará mejor sin ella. El fin justifica los medios, por lo tanto, armado con un hacha Raskolnikov perpetra el brutal crimen, asesinando también a la hermana inocente de la prestamista, quien tiene la desgracia de sorprenderlo en acción.  

El retrato que Dostoievski hace de su protagonista es complejo y minucioso. Atormentado por la culpa y el aislamiento, Raskolnikov terminará por confesar y por redimirse espiritualmente, no sin que medie para esta conversión un torturado proceso interior que lo conducirá a prisión y a la gracia de Dios, por el camino de la humildad. El lector no es testigo de este arrepentimiento; el autor solo revela cómo el amor de Sonya, una muchacha pobre que ha debido prostituirse para salvar a su familia, pero ha elegido dejarse amar por Cristo y amar a los demás por amor a Él, le abre el camino de la salvación. Así, “Juntos fueron resucitados por amor”.

Dostoievsky, el autor, vio la verdad del hombre a la luz de la verdad de Cristo. Comprendió que la alegría y la esperanza están al alcance hasta de los más pobres y desesperados, porque el valor y el sentido de la vida solo se encuentran a través del encuentro con Dios. Y así lo plasmó en su obra.

Crimen y castigo fue escrito en un marco histórico específico, el de la Rusia zarista del siglo XIX. Uno muy diferente a este por el cual transitamos los cristianos de hoy. Sin embargo, la historia no ha perdido vigencia. Hoy, como entonces, la fe es el camino para la salvación, y solo somos auténticamente libres cuando descansamos en la voluntad de Dios. Cuando nos tomamos a Dios enserio. Cuando aceptamos que el mal, las fuerzas oscuras de la irracionalidad, la crueldad, la violencia, la furia, existen y actúan. Cuando abrazamos la aventura de seguir a Jesús. Cuando dejamos que nuestras dudas fortalezcan nuestra fe. Cuando aceptamos que solo el amor es el camino.

¿Qué tan lejano a nuestra experiencia cotidiana se encuentra el mundo de Raskolnikov y Sonya? En el momento actual, cada vez más y más personas parecen creer que tienen el derecho a vivir por encima de las leyes morales o civiles, cuanto más por encima de los principios básicos de la moral cristiana. Asesinatos, abortos, suicidios, robos, actos terroristas, eutanasia, el relativismo, el materialismo… sobran los ejemplos para ilustrar estos extremos. El sentimiento subjetivo, apoyado en la falta de compromiso y de responsabilidad parece permear la conducta de grandes mayorías.

Frente a esta realidad, es válido mirar nuestra época desde el paradigma de Dostoievski en el camino de Raskolnikov, el agobiado protagonista de Crimen y castigo. Cada uno de nosotros tenemos algo de Raskolnikov, compartimos su naturaleza. Esa, en esencia, es la clave para comprender la compleja espiritualidad detrás de la prosa. Es lo que hace que esta novela sea tal vez más relevante hoy que en la época de su primera publicación.

Crimen y castigo nos recuerda que desesperar no es de cristianos. Que en lugar de dejarnos ganar por el desaliento, debemos amar a Dios, amar su ley, y vivirla en el amor. Esperar, observar en el amor hacia el prójimo, del mismo modo que Dios espera y nos mira con amor. Esperar con el arrepentimiento y la paciencia de Sonya, testigo del milagro de la redención de Raskolnikov. En la novela, el espejo bíblico de este milagro se encuentra en la historia de la resurrección de Lázaro: así como Lázaro murió y fue devuelto a la vida por Jesús, en Crimen y castigo la muerte espiritual del asesino arrepentido no es permanente ni irreversible. También él puede volver a la vida; reconciliarse con Dios y con los hombres. La gracia de Dios es el tema central de la trama que envuelve a estos personajes. La novela se cierra con un mensaje de esperanza: a través de la humildad y el amor, hasta el hombre más vil puede alcanzar la misericordia.

En su nivel básico, Crimen y castigo se nos presenta como un estudio de contrastes: amor y odio, bien y mal, juventud y vejez. Pero la contraposición más importante es la que subraya entre la opresión del pecado frente a la inconmensurable libertad de la gracia de Dios. Este atormentado estudiante, que percibe como su mayor debilidad la incapacidad de librarse de la culpa frente a lo que intelectualmente concibió como un acto de justicia social y humana, en el marco de esta convicción, aún en libertad estará condenado a la cárcel de su ceguera. Y recién cuando esté físicamente preso, conocerá la auténtica libertad. A pesar de sus pecados pasados, en el amor de Dios, será un hombre nuevo. No existe un abismo tan profundo que pueda superar la grandeza de la gracia. Este es el glorioso mensaje cristiano que Dostoievski con tanta maestría y experticia nos deja en su libro.

“Vivir sin esperanza es dejar de vivir” escribió Dostoievski. El 9 de febrero de 1881 falleció en San Petersburgo. En su lápida puede leerse el siguiente versículo de San Juan: «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere produce mucho fruto».

Laura Álvarez Goyoaga

Cabildo de Montevideo: ataque simplista a nuestras raíces históricas  

El columnista Max Fisher publicó a comienzos del año 2022 en el New York Times un artículo titulado: “En la carrera hacia el futuro, la historia sufre un nuevo asedio”.

En el mismo analiza cómo una ola de revisionismo engañoso se ha convertido en una epidemia tanto en las autocracias como en las democracias. Una ola que ha sido utilizada por los distintos lados del espectro ideológico y que, según sus palabras: “ha sido notablemente efectiva… y contagiosa.”

Si bien hay otros aspectos de las publicaciones de Fischer que podemos considerar parcializados, la mayoría de nosotros coincidiría con lo siguiente:

“La historia se reescribe todo el tiempo, ya sea por los académicos que actualizan sus supuestos, los activistas que reformulan el registro o los políticos que manipulan la memoria colectiva para sus propios fines.

Pero una oleada de revisiones históricas falsas o engañosas de manera flagrante, tanto por parte de gobiernos democráticos como autoritarios, puede estar amenazando el ya debilitado sentido de un relato compartido y aceptado sobre el mundo.

Los académicos creen que esta tendencia refleja algunas de las fuerzas que definen el siglo. Sociedades polarizadas y receptivas a las falsedades que afirman la identidad. El colapso de la fe en las instituciones centrales o en los árbitros de la verdad. El auge del nacionalismo. Tiranos cada vez más astutos. Líderes elegidos que giran cada vez más hacia el antiliberalismo.

Como resultado, “deberíamos ser más propensos a ver el tipo de revisionismo histórico” impulsado por estos líderes, señaló Erica Frantz, politóloga de la Universidad Estatal de Michigan.

En algunos lugares, los objetivos son ambiciosos: rediseñar una sociedad, empezando por su comprensión más básica de su patrimonio colectivo. Para subrayar la importancia de este proceso, el líder de China, Xi Jinping, repite la frase de un erudito confuciano del siglo XIX: “Para destruir un país, primero hay que erradicar su historia”.

Uruguay no es ajeno a este fenómeno del revisionismo histórico engañoso y descontextualizado. El Cabildo de Montevideo, un monumento histórico que debería contribuir a la construcción de la identidad cultural nacional, exhibe ante los miles de niños y adultos que lo visita el siguiente texto:

“Analizar la  historia en el siglo XXI, implica una reflexión crítica en torno de la colonialidad y el dominio como bases constitutivas de la civilización occidental. La iglesia y el poder monárquico controlaban el saber, destituyendo todas las cultura y saberes existentes en nuestro continente a la llegada de los conquistadores. La colonialidad plantea asimismo el problema del eurocentrismo como una de las formas de racismo, pues el blanco aparecía como sinómino de producción de saberes valiosos, entanto indígenas, mestizos y afros se asociaban a lo deficitario, lo salvaje, lo bárbaro.

La primera centena de colonos arribó a Montevideo en 1724: por medio de una Real Cédula le otorgó entre otros privilegios a este núcleo de pobladores, integrados por soldados, labriegos y artesanos, el título de “hijosdalgo de solar conocido”. La primera generación del patriciado oriental, se conformó posteriormente por sacerdotes, abogados y hombres de armas. El poder se asoció además de al “saber”, a las fortunas generadas por la producción pecuaria y el comercio, incluido el tráfico de esclavos.

El amplio abanico de inequidades, incluía las vinculadas al género, a la posibilidad de acceso a la educación y a cargos públicos, o a la aplicación de penas y castigos. A comienzos de 1800, en el Montevideo del Gobernador Bustamante y Guerra, la ruptura de un farol del alumbrado se castigaba “con prisión y reposición si el responsable era español o bien con cien azotes en la plaza pública si era negro o indio”

Durante la primera mitad del siglo XIX, se desarrollaron en el territorio oriental y especialmente en Montevideo, cambios políticos drásticos, sin que llegaran a modificarse las bases socioeconómicas; las asimetrías coloniales se extendieron más allá de los límites cronológicos establecidos.”

La exposición, lejos de ofrecer análisis y reflexión crítica, mira fuera de contexto la realidad que se vivió dentro de las paredes de ese Monumento Histórico. Se suma al intento de reescribir la historia con una visión engañosa, efectista y desde los lugares comunes de nuestro tiempo. Utiliza un escenario relevante para la construcción de la identidad nacional, para atacar en forma injusta y simplista las raíces de nuestra historia, incluyendo a: la Iglesia Católica, los primeros pobladores de Montevideo, sus Instituciones y quienes lo habitaron en la primera mitad del siglo XIX. 

https://cabildo.montevideo.gub.uy/exposiciones/asimetrias-coloniales

Semanario Búsqueda: Parte de la religión

“Parte de la religión” es el nombre de la columna de Andrés Lanza en la edición del semanario Búsqueda del 17 de setiembre de 2020.

Una columna para recordar y atesorar, por su valentía, objetividad y claridad.

Este año tuvimos más de una instancia que podría augurar que, por lo menos ya algunos se animan a cuestionar las vacas sagradas de la religión laica uruguaya.

Sin embargo, el artículo cae en incluir una asociación subyacente de la religión católica (y con ella su estructura de pensamiento), como contrapuesto al pensamiento libre y racional. Ese supuesto sencillamente “no concuerda con la razón” y seguramente se explica por el contexto de “ignorancia religiosa obligatoria” que caracteriza a la cultura nacional.  

La razón no necesariamente se contrapone con la identificación de dogmas o principios sobre los cuales se construye el conocimiento: la física, la matemática y hasta las tecnologías de la información y comunicación se construyen con bases sólidas (equivalentes a los dogmas). Estos conceptos se identifican como límites del conocimiento y son aceptados como fundamentos probados que permiten avanzar en el conocimiento racional (y siempre que se pueda, empírico).

Es bueno recordar que la religión católica cuidó y atesoró la racionalidad griega, soporte fundamental del pensamiento racional de Occidente. Por eso le debemos a la Iglesia Católica o a sus intelectuales, entre otras cosas, las universidades modernas, la contabilidad, el big bang y muchos de los grandes descubrimientos científicos.

Entre los contados dogmas católicos, hay uno que  tiene un lugar privilegiado: la Posibilidad de conocer a Dios con la SOLA LUZ DE LA RAZON NATURAL:

Es así que el concilio Vaticano (1869-1870) bajo Pío IX (1846-1870) declaró:«Si alguno dijere que Dios vivo y verdadero, creador y Señor nuestro, no puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana por medio de las cosas que han sido hechas, sea anatema.» Dz.1806
«La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas.» cf. Dz. 1785.

Por supuesto que la redacción del párrafo anterior está pasada de moda, pero su significado es absolutamente vigente. Más allá de que sea políticamente incorrecto de aceptar para el laicismo uruguayo, la verdad es que: los católicos reconocen algunas pocas cosas como “misterios” o conceptos que superan la inteligencia humana (también la Física lo hace). De la mano de esos misterios, los católicos identifican unos pocos dogmas cuya coherencia con la realidad ha sido comprobada en el día a día, en las buenas y en las malas, generación tras generación.

Todo esto forma parte de una construcción cuya prueba de fuego es la evidencia empírica de un edificio de fe y razón que la Iglesia Católica ha regalado también a Uruguay, junto entre otras cosas con la Biblioteca Nacional, la Universidad de la República.

Por motivos como esos hoy mismo, y a lo largo de la historia, muchas grandes mentes sienten o han sentido que: es racional creer que Dios existe y la fe católica es el mejor lugar para relacionarse con lo trascendente de una manera coherente con la realidad.

Podríamos nombrar y analizar unas cuantas vacas sagradas más donde ser mira con fe lo que debería mirarse con razón y se confunde el creer con el respetar,  pero preferimos compartir el link a la columna “Parte de la religión” de Andrés Lanza:

https://www.busqueda.com.uy/Secciones/Parte-de-la-religion-uc45842

La reconquista

En el año 711, los visigodos que poblaban la Península Ibérica, estaban en guerra civil. Al bando de Agila, no se le ocurrió mejor idea que pedir ayuda a los musulmanes para asegurar su victoria. Por supuesto, ganó. El problema fue que los recién llegados se encariñaron con la vieja Hispania: quitaron de en medio a Agila, y se apropiaron de todo el territorio. O mejor dicho, de casi todo…
Los moros avanzaron por toda la Península ofreciendo tratos muy generosos: quien se convirtiera al Islam, conservaría sus posesiones, incluída su cabeza. Así lograron numerosas conversiones y valiosos aliados, sin derramar sangre. Avanzaron hacia el Norte, hasta que en 722 se toparon con el horcón del medio: Don Pelayo. Con solo trescientos “asnos salvajes” (así llamaban los moros a los astures), Pelayo resistió valientemente el ataque musulmán en la cueva de Covadonga. Allí comenzó la reconquista de Al-Ándalus, la Hispania bajo dominio moro.
Desde la cornisa cantábrica, los cristianos fueron avanzando poco a poco, metro a metro, primero hasta las orillas del Ebro, luego hasta el Duero, el Tajo, el Guadiana y el Guadalquivir… Año tras año, siglo tras siglo, durante 800 años, hasta que lograron mojar sus pies en el Mediterráneo. Hasta que lograron expulsar a los moros de Granada, a principios de 1492.
La Reconquista se concluyó gracias a innumerables acciones militares, como por ejemplo, la emblemática batalla de las Navas de Tolosa en 1212. No obstante, desde el principio, los habitantes de los reinos cristianos fueron ganando terreno más a golpe de azada, que al filo de la espada. Aunque el riesgo era mayor en la frontera con Al-Ándalus, los fueros que se otorgaban en esos territorios, atraían a los campesinos. La lucha por el territorio, era consecuencia de la lucha por la libertad, por conservar la propiedad, por proteger a su familia. Eran propietarios libres: sólo tenían que resistir. Poblar y resistir.
El ejemplo de estos hombres, quizá pueda servirnos para mirar con perspectiva histórica nuestro tiempo. El relativismo moral, el marxismo cultural –financiado por el poderoso capitalismo maltusiano-, el positivismo jurídico, y el “ateísmo libertino” del que hablaba Methol -fácilmente identificable con la ideología de género-, están cambiado nuestra cultura a un ritmo vertiginoso. Con raras y honrosas excepciones, el poder político, apoyado por numerosos medios de desinformación, parece haberse propuesto dinamitar la base antropológica sobre la que se construyó la civilización.
Un pesimista, podrá pensar que no hay salida posible, que la decadencia de Occidente llevará a la autodestrucción de la Humanidad. Un optimista –o un ingenuo-, podrá pensar que todo esto es fruto de la imaginación y la paranoia de los “conservadores”. Nosotros, que procuramos ser realistas, somos perfectamente conscientes de todos estos problemas, pero sabemos que el hombre es libre, que no hay nada “inexorable” en la historia humana. Solo se trata de resistir. De no dejarse vencer. De trabajar un día sí y otro también, de avanzar palmo a palmo, centímetro a centímetro en esta brutal batalla cultural que hoy debemos librar.
Estamos como Don Pelayo en Covadonga. Como los viejos astures, resistiendo en la cueva. Avanzando de a poco. Recuperando terreno si nos hacen retroceder. Cultivando. No ya la tierra, sino las cabezas de nuestros hijos y nuestros nietos, para evitar que sean “lavadas” por las “colonizaciones culturales” que con tanta valentía ha denunciado el Papa Francisco.
Estamos en medio de una batalla de ideas. Y hay que darla sin miedo. Sin respetos humanos. Sin vergüenza. Sin complejos. Con la verdad, con elegancia, con altura, y sobre todo, ejerciendo con audacia uno de los derechos más sagrado de todo ser humano: el de la libertad de expresión.
No tenemos derecho a bajar los brazos. Por nuestros hijos, por nuestros nietos, y por los nietos de nuestros nietos. A diferencia de los astures y de los hispanos de todos los tiempos, nosotros tenemos además, la certeza de que tarde o temprano, esta batalla la vamos a ganar. ¿Por qué? Porque una cultura que promueve la esterilidad, tiene corta vida. En unas pocas generaciones, dejará de existir. Como lo han hecho todas las ideologías y culturas que se han opuesto a la verdad última del hombre a lo largo de la Historia.
Como en Covadonga y como en Granada, venceremos. Pero teniendo claro que no puede haber Granada, si no hay Covadonga: si no hay una porfiada determinación de no bajar los brazos jamás.
Álvaro Fernández Texeira Nunes

Isaías, el arte y la banana

Isaías significa Dios salva, y con ese nombre se recuerda a un héroe nacional de Israel nacido en el 765 AC, que alcanza la categoría de un clásico literario caracterizado por la elegancia de su estilo, la viveza de sus imágenes y la belleza narrativa de sus profecías. Los estudiosos entienden que fue parte de la alta cultura de su tiempo. Seguramente su objetivo no fue generar arte, pero lo creó, inspiró y sigue haciéndolo muchos siglos después.

Tomando una descripción de EWTN: …Isaías empezó entonces a llevar a las gentes los mensajes de Dios, pidiéndoles que se apartaran de su vida de pecado y empezaran una vida agradable a Dios. Pero se cumplía lo que le había avisado el Señor: «Teniendo oídos, no querrán escuchar». Avisó fuertemente que si no convertían serían llevados presos al destierro. No le hicieron caso y la nación de Israel fue llevada después presa a un país extraño (…) Una de las más famosas profecías que hizo ese gran vidente fue la de Emmanuel. Dijo así: «He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz a un niño al cual llamarán Dios con nosotros». Así está avisando con siete siglos de anticipación el nacimiento de Jesús, de María Virgen.

Sin dudas muchos se sentirán tentados de adaptar sus imágenes a varios países de América Latina: …Por ejemplo la de La Vid y el Viñador, en el Capítulo 5. En la cual compara al pueblo de Dios, con una vid (plantación de uvas), a la que el Señor la cuidó, la regó y la abonó y luego viene a buscar buenos frutos (buenas obras) y encuentra con que solo produce frutos amargos (obras malas), entonces el Señor abandona su plantación , dejándola en manos de sus enemigos para que la pisoteen y destruyan.

Pero en sus textos hay mucha esperanza que se hizo realidad: …En el libro de Isaías se pueden encontrar muchos datos de lo que será la vida del Mesías o enviado de Dios, se puede afirmar que este escrito es la primera biografía de Jesús escrita siete siglos antes de que naciera el Redentor. Son impresionantemente hermosas las descripciones del Cap 53, acerca del siervo de Yavhé, donde parece estar viendo la Pasión y Muerte de Jesús, describiéndola, tal como ella iba a suceder. Y allí se insiste que estos sufrimientos del enviado de Dios serán para pagar nuestros pecados.

Después de Cristo y de Moisés, el más grande profeta de todos los siglos ha sido Isaías, es el profeta de la Confianza en Dios. Quiere que aunque las situaciones de la vida sean terribles, jamás dejemos de confiar en que Dios llegará con su gran poder a ayudarnos y defendernos. Anuncia un Mesías o Salvador, de la familia de David, portador de paz y de justicia, cuyo oficio es encender en la tierra el amor hacía Dios.

…Fue un genio religioso que ejerció enorme influencia en la verdadera religión y cuyos escritos los leen y meditan hoy en todo el mundo los seguidores de Cristo.

En tiempos difíciles de entender, es bueno tener presente la obra del profeta Isaías, y prepararnos para celebrar en esta Navidad el nacimiento de Jesús, ese salvador portador de paz y de justicia, cuyo oficio es encender en la tierra el amor hacía Dios.  Es que, vista nuestra sociedad, no hay dudas que se siguen necesitando, no uno sino muchos nuevos Isaías, que orienten la mirada hacia la verdadera Navidad, con elegancia, valentía, estilo y cultura. Isaías nos muestra un arte que trasciende sus tiempos, que enciende los corazones, que saca lo mejor de nosotros.

Desde Sentido Común invitamos a leer y volver a leer la hermosa y profética obra de Isaías, regalo de los años 700 AC para los tiempos actuales. Particularmente bueno es leer esta obra y dejarse interpelar por ella, en tiempos en que consideramos arte a una banana pegada con una cinta. Compartimos la visión de que el arte no tiene que verse con sentido utilitarista, pero… ¿qué impacto generará la famosa banana dentro de tres mil años?

Fuente:

https://www.ewtn.com/spanish/saints/isaias_7_8.htm

Imagen: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Raffaello,_profeta_isaia.jpg