Le pese a quien le pese, la mujer ha sido y sigue siendo soporte principal en la custodia de la razón. La ha acercado en forma oportuna al oído del hombre, la ha mantenido viva en el hogar, la ha transmitido de generación en generación.
En tiempos donde la razón basada en hechos está perdiendo terreno frente al poder de la sensibilidad y del relato, se nos ocurrió la siguiente escena, que Dios quiera nunca se haga realidad. A su vez confiamos en que la mujer seguirá siendo «la muy fiel y reconquistadora» de la razón que sustenta la humanidad.
El Paraíso Perdido
La Policía de la Academia era la más astuta y poderosa de todas las instituciones que la Civilización había creado en el mundo global. Dijo a la mujer: «¿Es cierto que la Civilización les ha dicho: No destruyan las ideas ni las formas de pensar que reinan en el mundo global?» La mujer respondió a la Policía de la Academia: «Tenemos derecho sobre cualquier idea o forma de pensar que exista en el mundo global, pero no sobre la razón que permite distinguir el bien del mal, pues la Civilización nos ha dicho: No la destruyan, ni la dañen de ninguna manera, porque si lo hacen morirán.» Por ese entonces la mujer llevaba siglos asegurándose de que la razón sea respetada generación tras generación.
La Policía de la Academia dijo a la mujer: «No es cierto que morirán. Es que la Civilización sabe muy bien que el día en que sean libres de la razón, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán tan grandes como la Civilización y determinarán ustedes mismas lo que es bueno y lo que no lo es.»
A la mujer le gustó esa meta que atraía la vista y que era tan excelente para alcanzar el poder de la Civilización. Tomó a la razón, la ensució, la ignoró, y renunció a ella. También convenció a su marido que andaba con ella, quien también renunció a la razón. Al fin, la realidad les abrió los ojos, y ambos se dieron cuenta de que ya no tenían la protección de la razón. Buscaron, pues, su propia narrativa que les cubrieran del vacío que les había dejado la razón.
Oyeron después la voz de la Civilización que se paseaba por el mundo global, a la hora de la brisa de la tarde. El hombre y su mujer se escondieron en su propia narrativa para que la Civilización no los alcanzara.
La Civilización llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» Este contestó: «He oído tu voz en el mundo global, y tuve miedo porque carezco de razón; por eso me escondí en mi propia narrativa.»
La Civilización replicó: «¿Quién te ha dicho que careces de razón, acasos la has destruido?» El hombre respondió: «La mujer que pusiste a mi lado me convenció.». La Civilización dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?» La mujer respondió: «La Policía de la Academia me engañó y he perdido la razón.»
Pablo Torres