Días atrás leímos en el sitio web “Que no te la cuenten”[i], un artículo originalmente publicado en el diario La Prensa[ii] y escrito por Jorge Martínez, titulado: “¡Es el liberalismo, idiota! Marxismo cultural y liberalismo: aliados.”
El artículo versa sobre la alianza marxista-liberal, en la que los marxistas ponen las ideas y los liberales, la plata. Un tema que no por conocido deja de ser interesante ver ordenado, pues con frecuencia ocurre que tenemos piezas del puzle más o menos desperdigadas y que solo cobran y dan sentido cuando se arma la imagen completa.
La tesis principal del artículo, es que si bien marxismo y liberalismo aparentan ser alternativas opuestas –“en la contienda actual habría así una izquierda revolucionaria de inspiración marxista a la que se enfrenta la derecha en todas sus variantes-” con más frecuencia de lo que parece, actúan juntos. ¿Cómo y por qué ocurre esto?
En primer lugar, es necesario tener claro que si bien es cierto que “los principales impulsores de la ideología de género, del feminismo extremo, del aborto, del laicismo intolerante, del abolicionismo penal, de la inmigración irrestricta, de la futura eutanasia o de la legalización de la droga son la izquierda y los “marxistas” (…) no son sólo ellos”.
Martínez afirma –y pensamos que con razón- que quienes financian y sostienen la revolución cultural marxista son “los mayores capitalistas del mundo, (…) los principales gobiernos sean de izquierda o derecha (…), la casi totalidad de los medios de comunicación, (…) la publicidad de las grandes empresas multinacionales y (…) el establishment cultural y de entretenimiento del planeta entero.” Y por eso concluye que si bien quienes pusieron las ideas fueron Marx, Freud, Gramsci y otros siniestros personajes de la Escuela de Frankfurt, quien pone los dólares para que todo el mecanismo funcione, es George Soros a través de su aparentemente filantrópica “Open Society Foundation” que promueve toda iniciativa tendiente a “dinamitar la santidad de la vida, la familia tradicional, la diferenciación entre los sexos, o la soberanía y la historia de los países, en especial los más débiles[iii].”
Asimismo, sostiene Martínez que si bien es lógico que “un militante de izquierda se fanatice pensando que al destruir a la familia destruirá la sociedad que aspira a transformar de raíz”, no resulta tan claro y evidente que quien financia ese tipo de actividades, sean capitalistas partidarios del “libre” mercado y quecuenten con “la adhesión obediente de intelectuales, políticos y gobernantes de una supuesta “derecha” liberal o conservadora.”
De acuerdo con el autor de la nota, la fundación de Soros toma su nombre de una obra de Karl Popper titulada, precisamente, “La sociedad abierta y sus enemigos”[iv], publicado en 1945. Según Martínez, la obra de Popper ha sido crucial “en la conversión del socialismo al liberalismo de una larga lista de políticos o intelectuales”.
“Si lo que está en marcha es un nuevo intento de revolución comunista –sostiene Martínez-, hay demasiados capitalistas financiándola.” Cita como ejemplos –además de Soros- a Bill Gates, Warren Buffett, los Rockefeller, Michael Bloomberg, Tom Steyer, y políticos liberales como Macron, Trudeau, Merkel, Mauricio Macri… El articulista se pregunta si estos gobernantes apoyan esta “revolución” porque son torpes, porque son tontos útiles serviles al marxismo… Y la respuesta que da es que cuesta creer que lo sean “cuando hay tanto dinero en juego”.
Para descubrir los auténticos fines de esta alianza, el autor propone seguir la ruta del dinero. Pero deja la cuestión abierta, sin aventurar una respuesta concluyente.
Después de veinte años de seguir de cerca la metástasis que viene haciendo la ideología de género en el mundo occidental y cada vez menos cristiano, nosotros sí aventuramos algunas hipótesis. A nuestro juicio, en este juego, los tontos útiles no son los “liberales”: son los marxistas. A sabiendas o no, lo que parecen estar haciendo, es promover en todo el mundo políticas y comportamientos antinatalistas. ¿A quién le sirve el control de la natalidad? Los únicos beneficiados de ello serían los malthusianos del Norte, que desde el Informe Kissinger para acá, vienen manifestando una clara intención de reducir la población mundial para controlar con mayor facilitad los recursos naturales. El control del crecimiento poblacional tendría como consecuencia una menor presión sobre los recursos naturales, una retracción de la demanda y consecuentemente, una reducción –o un menor aumento- de precios de las materias primas. Como además, los grandes capitalistas son propietarios de monopolios, un bajo o nulo crecimiento del mercado de consumidores no sería para ellos un problema.
¿Y cómo puede ser que los marxistas estén de acuerdo con semejante política imperialista y colonialista, llevada adelante por sus odiados capitalistas? A nuestro juicio, lo que ocurre es que en el fondo, los marxistas son materialistas, con lo cual, el hecho de tener los bolsillos llenos, muy probablemente les lleve a hacerse –y hacer- menos preguntas que si los tuvieran vacíos, como solía suceder en otros tiempos.
¿Y quién es, a fin de cuentas, el enemigo común de estos aparentes enemigos, ahora aliados? Parecería que el peor enemigo de esta non sancta alianza, es la Iglesia Católica. ¿Por qué? Porque la Iglesia tiene 1.200 millones de fieles. Porque la Iglesia defiende la dignidad humana y se funda en la ley natural. Porque la Iglesia en lo fundamental, es inamovible. Porque la Iglesia, al ser una autoridad espiritual, goza de una enorme independencia ante el poder temporal. No hay que ser muy inteligente para entender por qué los peores y más duros ataques a la Iglesia provienen o bien desde cadenas como la CNN o la BBC, o bien desde los movimientos feministas radicales.
Por supuesto, la realidad es mucho más compleja y estos últimos comentarios no son más que hipótesis. Hipótesis que, eso sí, parecen bastante plausibles.
Álvaro Fernández Texeira Nunes
Fuentes:
[i] http://www.quenotelacuenten.org
[ii] http://www.laprensa.com.ar/
[iii] Es obvio que nuestro pequeño Uruguay, está naturalmente, entre los países más débiles del mundo.
[iv] En realidad, el término “sociedad abierta” fue introducido por Henri Bergson.
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